'Fauteuils d'orchestre': Para ganar un Oscar no sé, para disfrutar seguro que sí

'Fauteuils d'orchestre': Para ganar un Oscar no sé, para disfrutar seguro que sí
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Como ya comenté en septiembre Fauteuils d’orchestre ha sido la película elegida por Francia, para representarla en la próxima edición de los Oscars.

Todavía no se ha estrenado en nuestros cines, pero fue el primer film que pude ver en la pasada edición de Cinefrancia, y me dejó con una alegría y un “buen rollito”, que me duró más allá de terminado el festival. Es más, vuelve a mí en cuestión de décimas de segundo, con sólo echarle un vistazo de nuevo al trailer, o recordar algunos de sus mejores momentos, que son prácticamente todos.

Y es que en esta ocasión a Danièle Thompson le ha salido una comedia redonda, divertida, evocadora y emotiva que se disfruta de principio a fin. Bien es cierto que no aporta nada nuevo al género, y quizá por eso no se considere una película de Oscar (al final vaya usted a saber que criterios siguen), pero en todo caso cumple con creces con sus funciones de hacer reír y soñar a partes iguales.

Fauteuils d’orchestre se compone de varias historias que tienen como punto en común el viejo Café des Théàtres, lugar donde desayunan juntos músicos, directores de cine, barrenderos y galeristas, y en el que por primera vez desde su apertura entrará a trabajar una chica de provincias, magníficamente interpretada por Cécile de France.

Inocente, optimista, curiosa, apasionada... así es la protagonista a la que Cécile de France inunda de encanto, gancho y simpatía, mientras se mueve entre un conjunto de personajes desencantados, estresados, paranoicos, o simplemente hartos de vivir una vida envidiada por la mayoría, pero que no les hace felices.

La verdad es que todos los actores están estupendos en su papel, especialmente Valérie Lemercier y Albert Dupontel que protagonizan (por separado) algunos de los momentos más hilarantes. Por cierto, hacía tiempo que no veía en pantalla un hombre tan atractivo como Christopher Thompson, Mon Dieu!

Todo esto sin olvidar la magia del París de los cafés, de las noches de invierno, de los grandes boulevares, de las calles empedradas... ay, suspirando me quedo, sólo de pensarlo.

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