'Armageddon', un tráiler de ciento cincuenta minutos

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En la página oficial de Michael Bay, una tal Jeanine Basinger, escribe lo siguiente:

“A pesar de lo que hayan podido oir, ‘Armageddon’ es una pieza de arte de un artista de vanguardia, que es un maestro del movimiento, la luz, el color, la forma -y también del caos, el frenesí y la explosión”

Hay otras perlas, que rayan en el más infecto mercadeo a pesar de tratarse de una página oficial en la que, como es lógico, no vas a tirar piedras contra tu propio tejado. Pero hay formas y formas, y esta señorita no vio la película, me parece a mí, que el otro día se pasó por televisión por enésima vez. O bien yo no sé apreciar el exquisito arte de Miguel Bahía tal como se merece. Pero bajo mi punto de vista, ‘Armageddon’ no es solamente una pésima película de aventuras, es más que eso. Es un insulto directo incluso contra los adolescentes amantes de las palomitas a quienes va dirigida y por quienes existe en realidad.

Tanto es así que el cine comercial de los años ochenta, el de ‘Arma letal’, el de ‘Depredador’, se erige en comparación como cine clásico, como cine supremo, al lado de esta memez de película. Poner al lado de ‘Armageddon’ algo como ‘Arma letal’ sería como poner al lado de ‘Crepúsculo’ (que por fin la ví, al menos hasta que me quedé dormido) el ‘Drácula’ de Terence Fisher. Tal cual.

Tengo una teoría tan disparatada (o no, vaya usted a saber) como la propia película. En Hollywood la artesanía de elaborar trailers (realmente un trabajo muy interesante) se ha ido desarrollando casi tanto como el lenguaje del cine. A fin de cuentas, un trailer sigue siendo la piedra de toque por la que el espectador va a acercarse a ver un producto al cine. Pero cuando hicieron ‘Armageddon’ se dieron cuenta, tontos no son, de que hay trailers que consisten en una sucesión de imágenes molonas y explosiones estupendas y movimientos de cámara hiperbólicos que se erigen, en sí mismos, como pequeñas piezas de acción y suspense muy divertidas. Así que pensaron: ¿para qué queremos un guión, unos personajes, un desarrollo, una estructura? Bah, bobadas, hagamos el trailer más caro y más largo de la historia. Y lo hicieron.

¿Puesta en escena de Miguel Bahía?

Me van a perdonar el tono jocoso de este post, pero creo que si ‘Armageddon’ va de jocosa (sin conseguirlo) al menos yo también puedo intentarlo. Y es que no lo puedo evitar. Volví a verla en televisión (no entera, lo confieso) con la esperanza de encontrar algún aspecto decente en ella. No tuve éxito, claro. Bay se hace con todos los recursos estilísticos de un trailer hipervitaminado y los lleva hasta sus últimas consecuencias. No existe una sola escena en la que la cámara no gire como una posesa alrededor de los actores, muchas veces en cámara lenta, o en que la cámara no encuadre al menos una vez perdiendo la horizontalidad (encuadre aberrado, se llama eso), con un montaje absolutamente demencial, que intenta poner un poco de fluidez entre las tomas de las quince o veinte cámaras (no exagero) de que disponían en cada set.

Para acabar de rematar el engendro, lo que no lo filma como un trailer, lo filma como un anuncio de compresas. Al que le falle la memoria le recomiendo que haga click sobre el vídeo disponible encima de estas líneas, en el que unos espantosos (aunque muy guapetones y muy “norteamericanos happy life” ellos) Liv Tyler y Ben Affleck, declaman algunos de los peores y más chorras diálogos de la entera historia del cine, en una escena de amor para el olvido. Aunque hay escenas tanto o más vergonzosas, como ver a Bruce Willis pegándole tiros a Affleck a través de la plataforma petrolífera porque se ha acostado con su hija, o de nuevo a Bruce Willis lanzándoles bolas de golf a los de Greenpeace.

No se sabe si Bay quería efectuar una especie de remake/homenaje de ‘Elegidos para la gloria’, en clave chusca, o si en realidad se la tomó muy en serio, como una gran saga épica americana de ciencia ficción. Yo voto por lo segundo. El principal problema, claro, es un guión demencial, firmado nada menos que por J. J. Abrams, entre otros cinco guionistas más, los cuales supongo que se irían juntos de juerga y completamente borrachos escribirían unas cuantas bobadas en servilletas de papel de bar y se apostarían entre ellos quién tenía los redaños de mandar ese guión a una productora de Hollywood. Puede que no ande muy desencaminado.

Pero poco importa el guión, porque aunque la historia fuese acerca de dos monjes tibetanos que viajan al Japón feudal, Bay se las apañaría para meter sus consabidas perlas patrioteras, que además son tan sutiles como una polilla posada en la pantalla del televisor. Lo de las banderas gigantes tiene su perdón, a lo mejor, pero lo de la destrucción de la estación espacial rusa es pasarse catorce pueblos. Con Peter Stormare haciendo de ruso pirado (los yankees no son pirados, son divertidos, claro) al que enseguida le destruyen la estación porque, por supuesto, está que se cae a pedazos.

Santo Bruce Willis

Ah, pero Bahía se guardaba un as en la manga. Hizo uso de uno de esos salvavidas que todavía ostentan carisma en el cine americano. Y no es otro que Bruce Willis. Este actor, de carrera tan irregular, siempre me ha parecido un grande. Por sus buenas películas y por las malas, como esta, que se salva sólo cuando aparece él. Willis frunce el ceño o se ríe y ahí tenemos carisma en estado puro, como no lo tenía el cine americano desde el fallecimiento de Steve McQueen. Es tan bueno, que hace creíble un papel disparatado y una dirección de actores bajo mínimos profesionales. No es que salve a la película de la quema, ni por asomo, la película se quema sola y de sus cenizas surge este gigante.

Y, para terminar, otra estupenda perla de la tal Basinger:

“En menos de un minuto identificamos a cinco caracteres, establecidos en sus ambientes específicos, mostrando sus relaciones con otros, otorgándoles diferentes personalidades, y definiéndolos en términos que explicarán su futuro comportamiento en la misión. Si eso no es escritura de guiones ¿qué lo es?”.

Definitivamente, yo vi otra película.

michaelbay.com | Armageddon

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