‘Comanchería’, no es país para pobres

‘Comanchería’, no es país para pobres
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Este nuevo western moderno, emplazado en los pequeños pueblos desolados del oeste de Texas, se afana en mostrar las consecuencias de una regresión económica que los ha devuelto al abandono. El guión viene firmado por Taylor Sheridan, autor de ‘Sicario’ (2015) y está dirigida por David Mackenzie, creador de la dura ‘Convicto' (Starred up, 2013) y que tiene una clara intención de diseccionar mitos de cowboys y bandidos a través de la relación de dos hermanos y los rangers en su busca.

El tono oscila entre el drama criminal, de estudio de personajes, y la arquetípica visión romántica de las parejas de delincuentes y ladrones de bancos, dentro de una espiral contra el destino del mismo tejido que ‘Bonnie & Clyde’ (1967) pero con elementos de thriller sacados del universo de Cormac McCarthy; todo huele muy a hermanos Cohen Coen, incluso hay un tono más ligero de lo esperable en un thriller tan violento. Sus elementos por separado funcionan, pero falta el aceite que los haga funcionar como un todo.

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Romanticismo del bandido con razones

La pareja de hermanos de ‘Comanchería’ (Hell of High Water, 2016) se ganan al público cuando descubrimos que los bancos que roban, de alguna manera, les han robado a ellos. La defensa de la tierra, luchando contra el sistema a base de pequeños robos de efectivo en múltiples cajas, sin utilizar la violencia, parece un plan perfecto, y lo es para el espectador, que puede simpatizar con la causa en unos tiempos de crisis que nos han propuesto casos similares como ‘Cien años de perdón’ (2015), ‘El desconocido’ (2015) o ‘Money Monster’ (2016).

El banco es el malo, y el dinero, o más bien la falta de este, la causa de que el contexto de la América de los pioneros reaparezca como fantasma de la desilusión. Los pequeños pueblos han quedado desiertos, pero al mismo tiempo, no es el lugar libre en donde crear tu vida en un pedazo de tierra porque las grandes corporaciones lo han ido esquilmando, dominando y expropiando. Un contexto gris que se acompaña de la fotografía apagada de Giles Nuttgens, que brilla en las panorámicas de nublados espacios abiertos.

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La banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis aumenta el sabor de whisky barato servido en ceniceros sucios que intenta trasladar el director británico, cuya simpatía por los personajes encerrados en conflictos de clase logra que captemos, en parte, la complejidad de sus conflictos. El problema está en que sabemos lo que hacen, y por qué, pero no explica su arbitrario desprecio por la vida mundana. Quiere crear esa sensación de falta de control y destino aciago escrito en los genes, pero falta algo.

Predecibilidad razonable

Las secuencias de acción están rodadas de forma interesante, la posición de la cámara ayuda a meterse en la tensión del “golpe y huída” de cada robo, colocándonos a nivel del coche, logrando que la experiencia sea más cinemática y tensa, pero el resto del filme se apoya demasiado en el intercambio de conversaciones entre los dos hermanos, Tanner y Toby, y el Ranger veterano y su ayudante, cuyas conclusiones se antojan algo artificiales y forzadas por la horma del zapato parece querer llenar a toda costa.

El trabajo del reparto es fantástico, pero por mucho que Chris Pine haga uno de sus mejores papeles, no puede evitar que no ser el casting más adecuado para ese personaje. Pasa algo parecido con Bridges. Desde el momento en el que el Ranger lee la carta de su departamento, que le comunica su salida forzada del cuerpo, por muy buen trabajo que haga, no puede hacer escapar a su personaje del estereotipo. En general, se puede ver desde la distancia que la película viaja algo acomodada en la fórmula, incluso en su estructura se adivinan los momentos clave y cuando tendrán lugar.

No son problemas que priven de una experiencia en el cine satisfactoria, ni que ‘Comanchería’ no sea una buena película, pero probablemente, los que entren al cine esperando una de las mejores del año, animados por la burbuja de buenos comentarios y críticas, probablemente saldrán decepcionados. El gran descubrimiento es su atmósfera decadente sobre su actitud anticorporativa, una coyuntura deprimente que puede ser el empujón que necesita el neo-Western para devolver al género a su verdadera gloria.

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