'Estudio de terror', Sherlock Holmes tras Jack el destripador

'Estudio de terror', Sherlock Holmes tras Jack el destripador

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'Estudio de terror', Sherlock Holmes tras Jack el destripador

Sherlock Holmes es, junto al vampiro más famoso de todos los tiempos, el personaje de ficción que más adaptaciones ha tenido en el celuloide. Creado en 1887 por la pluma de Arthur Conan Doyle, ha dado lugar a multitud de historias de la más diversa índole, pero la más llamativa es, sin duda, el haber fantaseado con un personaje real, y que de seguro encaja como un guante en el universo holmesiano: Jack el destripador, el famoso asesino de Whitechapel, y cuya identidad sigue siendo un misterio a pesar de múltiples teorías.

Una de dichas teorías sostenía que la identidad del asesino era la de alguien que pertenecía a la Corona británica, teoría sobre la que se basa la posterior, y excelente, ‘Asesinato por decreto’ (‘Murder By Decree’, Bob Clark, 1979). A ella se adelanta este ‘Estudio de terror’ (‘A Study in Terror, James Hill, 1965), la película más conocida de su director junto a la ultrafamosa, sobre todo por el tema musical de John Barry, ‘Nacida libre’ (‘Born Free’, 1966). El resultado, sin ser un film que permanezca en la memoria, es de lo más singular, uniendo con habilidad realidad y ficción.

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‘Estudio de terror’ se inspira libremente en la novela ‘Fog’ de Adrian Conan Doyle, hijo del famoso escritor, y uno de los productores asociados del film. Ello, sumado al guion escrito a cuatro manos por Donald y Derek Ford, nos sitúa en Whitechapel en 1888 con Holmes interesándose por los crímenes realizados por Jack el destripador. Casi sin querer este film podría considerarse una continuación de ‘El collar de la muerte’ (‘Sherlock Holmes und das Halsband des Todes’, Terence Fisher, 1962), que concluía con Holmes citando el caso de Jack.

Lo más interesante de la película es una excelente ambientación –el film fue filmado casi en su totalidad en los estudios londinenses Shepherton− que recrea a la perfección las callejuelas de Whitechapel, por las que Hill se las ingenia para destacar en las secuencias de los crímenes, todos ellos producidos en el mismo orden en el que se produjeron en la realidad, siendo el último de ellos en el que el asesino se cebó más, además de cambiar el escenario de la oscuridad de las calles por la casa en la que vivía la prostituta asesinada.

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Entre el terror y el policíaco

Dicho asesinato da la oportunidad a Hill de juguetear con el punto de vista al adquirir la perspectiva del asesino, lo que encara el film con los muy de moda giallos italianos de la época y que echaban mano con asiduidad de la cámara subjetiva. También destaca aquel en el que el asesino sumerge a una de sus víctimas en agua para ahogar sus gritos mientras la acuchilla, realizando interesantes juegos visuales con el agua y la sangre. Hablamos de una película en la que el uso del color acentúa, en determinados momentos, la psicopatía del asesino cuya identidad no se descubrirá hasta el último tramo.

Robert Stephens, que sería Holmes en una de las mejores películas sobre el personaje, dirigida por Billy Wilder, era la primera opción para dar vida al detective, pero fue sustituido por John Neville, que compone un Holmes algo soso; la riqueza del personaje proviene del original literario, y a su lado Watson, en la piel de Donald Houston, también resulta un personaje algo pobre. En el elenco de secundarios tenemos a una joven Judi Dench, en una de sus primeras apariciones cinematográficas, y Anthony Quayle con un personaje vital en el relato que incluso propone bifurcaciones temáticas de índole moral algo forzadas, aunque interesantes.

A medio camino entre el cine de terror –sin duda, los asesinatos se alzan como lo mejor del film—, y el thriller policíaco –los métodos detectivescos de Holmes, sus pesquisas, resultan, como siempre, juego mentales sobre la lógica muy atractivos−, ‘Estudio de terror’ es un entretenimiento digno, mucho más interesante que las producciones previas de Herman Cohen, muchas de ellas destinadas a un público adolescente, con las que se jugaba con mitos del terror. Con todo, Bob Clark lo haría mucho mejor catorce años más tarde, y con Frank Finlay repitiendo como el Inspector Lestrade.

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