Lynne Ramsay vuelve a explorar los rincones más incómodos de la maternidad con 'Die My Love', la adaptación de la novela de Ariana Harwicz que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cannes y que se estrena el 14 de noviembre en los cines españoles. Después de 'Tenemos que hablar de Kevin', la directora británica vuelve a situar a una mujer en el centro de un derrumbe emocional, pero con otro resultado más surrealista, más visceral, y también más irregular.
Jennifer Lawrence y Robert Pattinson protagonizan este estudio febril sobre la depresión posparto, en una película que combina lirismo visual, humor negro y un retrato despiadado de la alienación doméstica. Lo que comienza como una vida idílica en el campo se convierte pronto en una pesadilla, en un relato donde la maternidad se confunde con el deseo, la locura y la violencia.
Entre el deseo y el abismo
Grace (Lawrence) y Jackson (Pattinson) dejan Nueva York para comenzar una nueva vida rural tras una serie de pérdidas familiares. Ella, una aspirante a escritora incapaz de escribir, y él, un marido bienintencionado pero ausente, construyen un espejismo de felicidad que se desmorona con el nacimiento de su hijo. Ramsay filma este deterioro como una sucesión de fragmentos oníricos, donde el tedio se vuelve físico y la frustración se transforma en delirio.
La película, más que narrar, vibra delante de nosotros, alternando planos cerrados, música insistente y un diseño sonoro que se cuela bajo la piel. Es un retrato implacable del encierro emocional, pero también una relato amargo sobre los mitos románticos de la maternidad.
En 'Die My Love', Jennifer Lawrence entrega una de sus interpretaciones más intensas. Su Grace es una mujer que oscila entre el éxtasis y la autodestrucción, atrapada en un entorno que es a la vez inmenso y claustrofóbico. Ramsay la sigue con una cámara que parece no darle respiro, encerrándola en un encuadre que refuerza la sensación de ahogo.
A pesar del caos emocional del personaje, Lawrence mantiene un pulso firme, evitando la autocompasión. Su actuación es física, impredecible y profundamente incómoda. Sin embargo, el guion no siempre le ofrece la estructura que necesita, y su locura acaba perdiendo matices conforme avanza la película.
Robert Pattinson, por su parte, aporta un contrapunto más terrenal. Interpreta a Jackson sin vanidad, mezclando ternura y desconexión. Su personaje representa a ese tipo de hombre bienintencionado que no entiende el dolor que lo rodea. Entre ambos se genera una tensión magnética, aunque Ramsay prefiere la introspección al conflicto, dejando que la historia se fragmente en viñetas sensoriales antes que en una progresión dramática. Es una apuesta arriesgada, poética por momentos, pero también agotadora.
Una mirada feroz sobre la maternidad
Como en sus películas anteriores, Ramsay utiliza la puesta en escena para construir los estados mentales de sus personajes. Los sonidos del campo, el llanto del bebé y los ladridos de un perro se mezclan en una sinfonía que transmite ansiedad y donde los presagios abundan, pareciendo anunciar una explosión que nunca llega.
Esa frustración es también parte de la película, porque 'Die My Love' no busca la catarsis, sino sumergirnos en el cansancio y la repetición de una mujer al borde del abismo. La película deslumbra en lo visual, pero su narrativa se diluye entre metáforas.
La intensidad emocional se traduce aquí en una sucesión de imágenes muy bonitas, a veces demasiado contenidas para sostener el desborde interno del personaje. Aun así, 'Die My Love' confirma a Ramsay como una autora capaz de transformar el sufrimiento cotidiano en un cine sensorial. Es un filme exigente, irregular, pero también imposible de ignorar.
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