Hay películas que son el equivalente a abrir un pesado libro de literatura soviética y dejarse empapar por los detalles de una narrativa lenta, obstinada, que premia el aguante de un espectador exigente. Otras, sin embargo, son como abrir un folletín en el metro y dejarse llevar por una historia tan sólida como popular sin complejos de ningún tipo ni ansias de grandeza: con entretenerte un ratito en el transporte público ya le vale. Es el caso de 'La Asistenta', una película tan divertida, retorcida e intrigante como absolutamente desprovista de interés artístico. Ni falta que le hace.
El trabajo mata
Basada en la novela original de Freida McFadden, 'La Asistenta' no oculta en ningún momento su condición de fast-food cinematográfico: una película repleta de giros para retorcerse en la butaca mientras engullimos palomitas y que funciona a la perfección, repitiendo el formato de esas películas que antaño eran muy populares y ahora, simplemente, no se hacen. Es divertimento puro sin ínfulas, una telenovela repleta de recovecos que (al menos si no conoces la historia original) te tiene preparadas sorpresas sobre sorpresas.
Para que no llegues al final pudiendo telegrafiar sus giros, Paul Feig, junto a Rebecca Sonnenshine en el guion, ha creado un puzzle narrativo basado en el truco más viejo: ocultar información al espectador y dársela solo en los momentos clave. Aunque por momentos uno siente, de manera inevitable, que le han regateado sin pudor, lo cierto es que, a veces, da gusto que a uno le hagan un truco de prestidigitación si está lo suficientemente bien resuelto. 'La Asistenta' lo consigue, dando una resolución convincente y satisfactoria a cada uno de los enigmas que va planteando a lo largo de la cinta. Más o menos.
'La Asistenta' es puro presupuesto medio de toda la vida: efectiva, digna, con puntería, al grano y con una protagonista que sabe perfectamente que está ante un filón que quiere aprovechar. Sydney Sweeney, que este año no ha parado de encadenar fracasos (a los que se ha sumado la agria polémica con el anuncio de American Eagle), ha aprovechado esta película para demostrar por qué sigue siendo una de las estrellas más rutilantes del cielo de Hollywood. La suya es una interpretación funcional, pero al mismo tiempo sexy, irónica y con un punto de misterio que recuerda mucho a una industria que ya no existe y que valoraba papeles instrumentales como este. Y funciona como un reloj.
Currículum sangriento
La clave de la improvisación es coger cada nueva situación que se plantea y decir "Sí, y...". O sea, seguir siempre adelante añadiendo más y más de manera continua. 'La Asistenta' parece regirse por esta norma: a cada situación, por descabellada que sea, siempre se le suma otra, y otra más, hasta montar una torre de Jenga narrativa que se tambalea, pero no llega a caerse en ningún motivo, por descabellada que sea la situación. Como buena comida rápida audiovisual, no profundiza en la psique de ningún personaje ni se preocupa en que sean algo más que meros maniquíes con frase, pero ocurren tantas cosas, a tanta velocidad, que lo suyo es dejarse llevar por un guion que nunca permite el aburrimiento.
Paul Feig está aquí a años luz de sus mejores trabajos como director, pero solo por el atrevimiento de realizar un thriller erótico que parece desplazado de los años 90 merece la pena echar un vistazo a su trabajo. Y sí, ojo, está repleto de inconsistencias y debilidades: su moraleja es innecesariamente obvia, su narrativa se basa en la más pura de las trampas, los personajes dan bandazos según le apetezca al guion... Y, sin embargo, su consciente intrascendencia la hace tan liviana y divertida que es difícil no perdonarle todos sus errores a cambio de este delirante viaje en una empinada montaña rusa argumental.
En su momento, se llegó a decir que 'La Asistenta' era un libro para gente que no lee, y en ese sentido se ha trasladado a la perfección al cine. La adaptación no trata de llegar a los cinéfilos, a los amantes del arte en todo su esplendor o a los que buscan siempre la magnificencia: es cine palomitero para un público poco exigente, dirigido específicamente a un target que casi no pisa las salas porque las productoras han decidido ignorar su existencia. Aunque solo sea por eso, es una comida rápida más que celebrable, rara avis entre los habituales blockbusters repletos de explosiones y puñetazos. Y sí, por supuesto que ya espero con ganas la secuela. El cine también es esto.
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