'Superagente 86', Nostalgia TV

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En 1965, James Bond ya era todo un fenómeno cinematográfico y social. Desde 1962, se habían estrenado ya 'James Bond contra el Dr. No', 'Desde Rusia con amor', 'Goldfinger' y ese mismo año llegaría también 'Operación Trueno', y el mundo estaba inmerso en plena Guerra Fría, con sus crisis siempre a punto de desatar una guerra nuclear, su clima de paranoia y las películas de espías y agentes encubiertos que se pusieron rápidamente de moda, extendiendo el género también a la televisión. En medio de todo aquello, un cómico que ya tenía cierta experiencia en los guiones de varias series de televisión, Mel Brooks, co-creó junto a Buck Henry una serie que, en lugar de continuar la moda, se dedicaba a satirizar y cachondearse de Bond y los otros espías de ficción.

Así pusieron de protagonista a Maxwell Smart, un agente en la línea del inspector Clouseau de 'La pantera rosa'; torpe, no muy brillante, con dificultad para concentrarse, un poco ingenuo y, por supuesto, tremendamente absurdo y divertido. Para interpretarlo, eligieron a Don Adams, cuya capacidad para soltar los gags sin inmutarse y para la comedia física contribuyó enormemente al éxito de la serie, y lo encasilló a él en esos papeles todos cortados por el mismo patrón de su 'Superagente 86'. No sólo eso, sino que Adams ganó tres Emmys al mejor actor de comedia, mientras que la serie se llevó dos galardones a la mejor comedia.

La parodia del género

Maxwell Smart (cuyo apellido significa "listo", lo que ya era de por sí el primer chiste) era un agente de la agencia CONTROL, con el número en código 86. A pesar de su torpeza, tiene mucha suerte, por lo que siempre cumple las misiones que le encargan contra KAOS, la agencia rival. Su principal acompañante en esas misiones es la agente 99, un poco más competente que él, y con la que, por supuesto, termina desarrollando una relación amoroso. Su jefe, llamado simplemente El Jefe, es un poco gruñón y está cansado de las meteduras de pata de 86, pero protege a sus dos agentes de todo lo que pueda pasarles. Con esas tres piezas, Brooks y Henry juegan con los arquetipos clásicos de las películas y series de espías y lo convierten todo en una sucesión de situaciones absurdas y sátiras contra todo lo que se mueva.

Desde su famosa secuencia de los títulos de crédito ya queda claro el tono de 'Superagente 86', que también se cachondeaba de los gadgets, siempre superándose en sofisticación, que utilizaba James Bond. El más célebre, desde luego, es el zapatófono, que puede convertirse en una pistola marcando el 117. De hecho, la conversión de literalmente cualquier objeto en un teléfono era uno de los chistes más recurrentes de la serie, eso y que Smart descubriera alguna de las maniobras de KAOS con la expresión "el viejo truco...". Los diferentes "conos del silencio" que 86 y el Jefe usaban para comunicarse cuando querían que sus conversaciones fueran secretas, las tapaderas locas para cubrir sus operaciones, las explicaciones de Smart de cómo había ido la misión... Todo eso satirizaba tanto el género de espías como el clima político de la época, y ha ayudado a convertir la serie en un clásico.

El legado

Sus cinco temporadas, emitidas a finales de los 60, se repartieron entre la NBC y la CBS, y alcanzó tanto éxito que llegó a ver dos películas rodadas bastantes años después; 'The nude bomb', en 1980, para el cine, que resultó un fracaso, y 'Get Smart, again!', en 1989 y para televisión (y aquel remake de hace unos años con Steve Carell y Anna Hathaway). Mel Brooks pasó a después a dirigir para el cine películas como 'Los productores' o 'El jovencito Frankenstein', y luego se dedicó a producir obras más serias, como 'El hombre elefante'. En España, 'Superagente 86' se emitió originalmente en los 70, pero La 2 la repondría más tarde, ya en los 90, con un nuevo doblaje y permitiendo que nuevas generaciones conocieran cómo las gastaban en CONTROL.

'Superagente 86' tiene la ingenuidad que había a veces en la televisión de los 60, la sátira que estaba perfeccionando su creador, Mel Brooks, y el protagonismo de un Don Adams insuperable, bien acompalado por una Barbara Feldon que era también una consumada comediante. Tenía frescura y la capacidad de no tomarse a sí misma demasiado en serio, y es justo ese humor a prueba de balas lo que la mantiene incluso hoy en día (sí, era todo de cartón piedra, pero es que eran los 60). Gente como el propio Steve Carell le deben bastantes cosas a Don Adams, cuya escasa apariencia de galán ya eran una parodia en sí de James Bond.