Un bebé es colocado a las puertas de un centro de acogida (o una estación de acogida, que resulta un concepto aún más desolador), abandonado por su madre. Cuando esta se arrepiente y vuelve hacia atrás para recuperarlo descubre que dos hombres se han encargado de llevárselo y ahora intentan venderlo a parejas con deseos de formar una familia. Ella se une a la empresa para intentar colocar a su hijo, mientras que dos detectives van a su caza.
Familia encontrada se lanza a la carretera
Contado así, suena a un thriller detectivesco más oscuro que una película de David Fincher, con componentes de dramón absoluto que exponen las miserias de la sociedad. No es precisamente material para una de las películas más bonicas y emocionantes del último año, que de una sensación de calidez durante el visionado. Pero así es esta joya recién llegada a Filmin que se titula 'Broker'.
Sólo alguien como Hirokazu Koreeda encuentra los espacios para una película conmovedora, aunque sea de la manera más convencional. El japonés se traslada a Corea del Sur para intentar revertir tanto los hechos terribles que son realmente los que vemos en la película y también para subvertir la parte policial para que su tensión se convierta en quietud asombrada. Consigue mágicamente que no te cuestiones la moralidad de nada de lo que estás viendo, a pesar de que si empiezas a enumerar las cosas que pasan invita a hacerlo.
Koreeda sabe que juzgar no es su papel ni tampoco debería ser el del espectador. 'Broker' te introduce con toda la suavidad del mundo en la historia, empleando esa cámara que observa todo con curiosidad y esos toques de humor cotidiano muy simpáticos. Ayuda a hacer todo digerible, al mismo tiempo que satisface a los habituados del estilo del director. No sorprende ni ofrece momentos que sacudan tu asiento, como mucho hay ligeras reminiscencias del thriller que intentó (y funcionó poco) en 'El tercer asesinato'.
Por supuesto, los habituales verán de nuevo otra de sus historias de familias encontradas, de relaciones forjadas con más fuerza que los lazos sanguíneos, aunque estos también despiertan paulatinamente. Es zona de confort, sí, así que no es locura que algunos puedan hablar de obra menor en este caso. Pero, al mismo tiempo, las teclas emocionales funciona, el toque de viaje por carretera está muy conseguido y el reparto con Song Kang-Ho y Gang Dong-won a la cabeza está espléndido.
Siempre saca lo máximo de cada interacción, nunca se siente que esté desperdiciando metraje ni con esos momentos entre policías entablando conversación en el coche con los prismáticos. Por eso verla es todo un deleite con el que es difícil torcer del morro. Si eliges hacerlo, probablemente diga más de ti que de lo que es capaz de hacer un narrador tan exquisito e imprescindible como es Koreeda.
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