La terrorífica cámara de vídeo

La terrorífica cámara de vídeo
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De un tiempo a esta parte se nota cada vez un mayor interés en utilizar en el género de terror la cámara de vídeo como elemento narrativo. Hace años empezaron haciendo sus primeros pinitos en films como ‘Henry: Retrato de un asesino’ (‘Henry: Portrait of a Serial Killer’, John McNaughton, 1986), y a finales de los 90 se intentó revolucionar el género con aquella memez titulada ‘El proyecto de la bruja de Blair’ (‘The Blair Witch Project’, Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999), en la que una cámara mareaba y mareaba mucho más de lo que es capaz Michael Bay cuando está borracho. Casi siempre se ha optado por tener con el aparatito de marras un punto de vista subjetivo colocando al público en primera fila de los acontecimientos.

Hace años Robert Montgomery demostró con ‘La dama del lago’ (‘Lady in the Lake’, 1947) que la utilización de la cámara subjetiva podía llegar a ser verdaderamente insufrible. Ese mismo año el gran Delmer Daves le demostró con ‘La senda tenebrosa’ (‘Dark Passage’) que no había que abusar de ciertas cosas. En ambos casos no hay cámaras de vídeo pero sí suponen un precedente de lo que hoy nos tiene tan cansados y hartos, cuyos inicios pueden encontrarse en parte en la sabia utilización del vídeo en la magistral ‘Aliens, el regreso’ (‘Aliens’, James Cameron, 1986). Sin embargo lo peor no es el punto de vista —hay películas como ‘[Rec]’ que lo hacen de maravilla—, sino que con la textura que ofrece la cámara de vídeo se pretende atrapar la realidad y dotar a la historia de un verismo que parecen incapaces de conseguir con otros medios.

‘La cuarta fase’, falsas abduciones

Me hubiera gustado usar el titular que usó Jordi Costa cuando escribió sobre esta película: “La mentira está ahí fuera”. Creo que esa frase resume muy brevemente y de forma muy concisa lo que es ‘La cuarta fase’ (‘The Fourth Kind’, Olatunde Osunsanmi, 2009), un episodio de ‘Expediente X’ (‘The X Files’), pero de los malos. Con la licencia que se permite el director de tergiversar absolutamente todo lo acaecido en Nome, localidad de Alaska donde hubo misteriosas desapariciones de gente, éste propone un juego entre realidad y ficción que termina por derrumbarse debido a su caída en picado hacia los convencionalismos más sobados del género.

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Grabaciones supuestamente reales enfrentadas a la ficción del film, con un montaje que fragmenta la pantalla hasta cuatro veces —hay un momento que parece un calco de la serie ‘24‘— todo resulta muy reiterativo y aburrido. Osunsanmi no controla ni un segundo el manejo del suspense, su supuesta originalidad no es tal y termina por realizar lo de siempre en este tipo de producciones: aumentar a tope el sonido para que nos entre el miedo a la fuerza, cosa que ocurre pero más bien por temor a quedarnos sordos. Además desaprovecha a dos actores tan solventes como Will Patton y Elias Koteas en pos de un excesivo protagonismo de una Milla Jovovich que demuestra una vez más sus nulas dotes para el drama.

Grabaciones como la que representa la foto de cabecera tienen cierta validez por sí solas. Quiero decir que si se ven como algo independiente pueden llegar a inquietar, pero su utilización dentro del ritmo interno del film se antoja caprichosa. El continuo subrayado y la sensación de que no están contando absolutamente nada convierte esta película en una de las experiencias más tristes en los primeros meses del 2010. Y la aparición final de la Jovovich dejando en nuestras manos decidir si lo que hemos visto es verdadero o no, suena más a cachondeo que otra cosa. Muy mala.

Otra crítica en Blogdecine:

‘El diario de los muertos’, George A. Romero y sus zombies

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Es curiosa la trayectoria de la carrera de un cineasta como George A. Romero, de quien he siempre he pensado que es excesivo el entusiasmo que despierta entre los cinéfilos, pues sólo le veo un par de títulos decentes y muchos mediocres y malos. Cuando sorprendió al mundo con su ópera prima ‘La noche de los muertos vivientes’ (‘Night of the Living Dead’, 1968) los zombies se pusieron de moda, sobre todo tras el estreno de la continuación, ‘Zombi’ (‘The Dawn of the Dead’, 1978). La saga parecía muerta con la deplorable ‘El día de los muertos’ (‘Day of the Dead’, 1985), pasó el tiempo y después de la contribución de Zack Snyder a esta especie de subgénero, y de paso a la obra de Romero, éste último se decidió a continuar la serie con una película muy olvidable. Hace tres años, y coincidiendo sospechosamente con el estreno de ‘[Rec]’, Romero se subió al carro de la cámara de vídeo con otra nueva entrega.

‘El diario de los muertos’ (‘Diary of the Dead’, 2007) no añade nada nuevo a lo que Romero nos ha contado demasiadas veces. Es más, esta película parece un remake del film original con la particularidad de que utiliza el vídeo como formato, tratando una vez más que lo narrado parezca muy real. Pero por mucha cámara en mano que se utilice no se va a conseguir verismo si los demás elementos flojean. Con el punto de vista subjetivo, alternado con otro gracias a un interesante —pero desaprovechado— apunte de guión, la película ofrece lo de siempre. Sustos previsibles, incluso menos impactantes de lo esperado, diálogos absurdos, situaciones rocambolescas y más en un guión mínimo carente de todo interés.

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¿Es ‘El diario de los muertos’ una película aburrida? No. Romero tiene las suficientes tablas como para evitarlo, pero como espectador busco algo más que “no aburrirme” viendo una película. Si ésta no me emociona, no me atrapa de algún modo y lo narrado —que puede ser aburrido o no— carece de interés para mí, el film no servirá para nada más que para decir al final: vale, he visto una película más. Floja.

‘Paranormal Activity’, el miedo cotidiano

Hace poco —más bien nada, acaba de decírmelo en persona— uno de nuestros usuarios, dando su opinión sobre otro tema, me espetaba la siguiente afirmación: “Encierra virtudes vetadas a los ojos de los más profanos”. Mientras intenta disculparse por enorme prepotencia —supongo que los 10 euros que le quiero cobrar por la Judas contribuye a ello— no dejo de pensar que dicha frase puede aplicarse a una película como ‘Paranormal Activity’. He postergado su visionado durante meses abrumado por la cantidad de ataques llenos de odio contra ella. Incluso escuché atentamente a mi compañero Juan Luis Caviaro en una de esas larguísimas conversaciones por teléfono —imaginaos a un gallego y un andaluz, ambos con marcado acento, hablando de cine— cuando me repetía una y otra vez que la película era un completo insulto y que debería haberse titulado ‘Subnormal Activity’.

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Hace poco pudo más la curiosidad que otra cosa y me llevé una pequeña sorpresa al ver la película. De acuerdo, ‘Paranormal Activity’ puede tener un argumento mínimo, casi inexistente, los actores están horrorosos y las escenas de día son torpes. Pero cuando la acción se centra en lo que ocurre de noche, la película parece jugar en otra liga. Oren Peli, que rodó su película con 15.000 dólares, saca el máximo partido a un mínimo de elementos que conjuga con fortuna. Con la máxima de “menos es más”, Peli se adentra en uno de nuestros temores cotidianos, el de la existencia de alguien en la oscuridad de nuestro hogar —nuestro mundo— cuando dormimos. El miedo a lo desconocido.

El realizador logra traspasar la barrera de la típica historia de fantasma gracias a la inteligente utilización de la cámara y a un crescendo dramático previsible pero eficaz. Mientras la cámara permanece en la habitación, Peli deja que sean los actores y la atmósfera quienes capten nuestra atención. La cámara no existe en esos instantes, semeja ser una ventana a través de la cual ser testigos de lo que acontece, y cobra vida en sus salidas al resto de la casa. El intercambio entre planos fijos y cámara en mano evitan en cierto modo la monotonía de la propuesta. Al final no importa tanto lo que sucede en el film como las sensaciones que éste despierta, volviendo a nuestra mente días después de su visionado. ¿Esta noche miraréis debajo de vuestras camas?

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