El terror juvenil de 'Tarot' nos presenta una genial colección de monstruos al estilo '13 fantasmas', pero acaban desaprovechados por empacho de sustos

El terror juvenil de 'Tarot' nos presenta una genial colección de monstruos al estilo '13 fantasmas', pero acaban desaprovechados por empacho de sustos

Un slasher suavecito con geniales diseños de Trevor Henderson que podría haber sido una toda una fiesta macabra

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Tarot

La reciente lluvia de películas de terror en cartelera está dejando grandes muestras de género como ‘La primera profecía’, propuestas más tibias pero divertidas como ‘Abigail’ y oportunidades perdidas que responden a un intento de llegar a más público, exprimiendo el tirón actual del género en las salas. En este último cajón podemos meter la nueva ‘Tarot’, que con un pequeño presupuesto se ha colado en los primeros puestos de la taquilla mundial, aprovechando el interés de jóvenes con ganas de sustos.

Dirigida y escrita por Spenser Cohen y Anna Halberg, se basa muy libremente en una novela de Nicholas Adams de 1992 que iba dirigida a un público young adult, aunque eso no le impedía convertirse en un slasher funcional que esta adaptación replica con un grupo de amigos que desencadena una maldición cuando deciden jugar con una misteriosa caja de cartas del tarot. Uno a uno, se encuentran cara a cara con su destino en forma de seres maléficos y acaban en una carrera contra la muerte para escapar del futuro predicho en sus lecturas.

Por una parte, responde a la clásica estructura de chavales escapando de una maldición que carburan este tipo de estrenos, pero la mayor diferencia con las habituales variaciones de ese modelo es que se erige como una monster mash juvenil que recoge el espíritu de ‘13 fantasmas’ (2003) con una colección de demonios con estupendos diseños de Trevor Henderson, un conocido artista gráfico especializado en fantasmas y monstruos que acompañan horribles leyendas urbanas online, fotos de seres en entornos familiares y avistamientos de criaturas perdidas.

Un desfile de monstruos muy bien diseñados

Su arte conceptual fue transformado en una baraja del tarot maldito por el artista Richard Wells, que cobraron vida en la pantalla gracias al diseñador de efectos especiales y criaturas Dan Martin y, aunque son la estrella de la función, desafortunadamente, son desaprovechadas por una dirección sin chispa, personajes bastante odiosos —especialmente el recurso cómico, el insoportable Jacob Batalon de ‘Spider-Man: Homecoming'— y un guion infame que no se preocupa en retorcer ni un poco las expectativas.

Tampoco debería ser un problema cuando su estructura sencilla de slasher sobrenatural encadena escenas de miedo y apariciones sin pausa, haciendo que sea entretenida, pero las muertes son demasiado sobrias a pesar de su violencia, y el terror siempre acaba apoyado en una sobredosis de sustos de volumen, no solo molestos por repetitivos, sino poco interesados en crear anticipación y suspense previa a la descarga.

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‘Tarot’ juega en la liga de aquellas películas comerciales de los 2000 como ‘Darkness Falls’, deja algún detalle donde la influencia moderna de ‘Insidious’ es ineludible, pero no tiene problemas en mimetizarse con una secuela más de ‘Ouija’ o ‘Muertos del pasado’. Su falta de esfuerzo para alcanzar a sus referentes no hubiera sido un impedimento para disfrutar si sus geniales demonios hubieran tenido algo de contexto o tiempo de pantalla.

Oportunidad perdida

Porque lo más decepcionante no es que sea una película tonta para adolescentes, que de esas también hacen falta y sientan bien como el fast food en día de resaca, sino cómo la oportunidad de trabajar con motivos visuales de Henderson, cuya obra saltó a la fama gracias a la cultura de las Imágenes malditas de las redes, queda limitado a un diseño y no a una concepción del terror. Los vídeos que recopilaban “avistamientos” ficticios del autor conseguían millones de visitas en YouTube, entraban en una concepción moderna del miedo afín al analog horror.

Las leyendas urbanas, los encuentros fortuitos, las localizaciones postmodernas, la arquitectura y el paisaje urbano como un lugar impredecible en el que rondan seres y figuras de pesadilla, son clave para entender la fascinación por el miedo analógico, la representación de fotos y registros inesperados que no se ven del todo, con slendermanes apostados en el fondo y lo imposible haciendo aparición en nuestro día a día, la base de los creepypastas y una nueva forma de entender el género que el cine no acaba de aprehender.

Tarot2

En su lugar, ‘Tarot’ camina por lugares transitados, a veces divertidos y con un mamarracheo que solo se abraza con un gusto adquirido, pero no conecta con los terrores de leyendas urbanas que permiten que obras como la de Henderson creen su propio culto en internet, una desconexión que puede pasar factura a los estudios que siguen volcando películas de terror a las salas sin ánimo de ofrecer más de lo que se espera de ellas, y como siempre acaba pasando, la gallina de los huevos de oro puede acabar asfixiada.

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