Vivimos en una gran burbuja de las series. Por mucho que se quiera pintar de otra manera, la gran explosión de este medio como alternativa del entretenimiento al cine obedece a ciertos dogmas nacidos a principio de la década en los que se predicaba que era “el nuevo cine” o “mejor que el cine”. Sin entrar a discutir esta afirmación, la realidad es que se convirtieron en una moda, una marca, con un prestigio casi por su condición de series.
La asociación a producción audiovisual de alta calidad promovida por canales como HBO dio lugar a una proliferación sin precedentes de “películas de diez horas”, miniseries y adaptaciones literarias y de cómic. Si nos remontamos a cuando empezó ‘The Walking Dead’ podemos observar un gran momento para la ficción televisiva. Todavía sorprendía ver un piloto como el que tenía esta serie. Hoy, no tanto. El gran problema, de hecho, es conseguir pasar del piloto sin que una serie se deshinche o pierda nuestra atención.