Por qué ‘The Walking Dead’ debe terminar antes de convertirse definitivamente en un cadáver andante

Por qué ‘The Walking Dead’ debe terminar antes de convertirse definitivamente en un cadáver andante

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Por qué ‘The Walking Dead’ debe terminar antes de convertirse definitivamente en un cadáver andante

Vivimos en una gran burbuja de las series. Por mucho que se quiera pintar de otra manera, la gran explosión de este medio como alternativa del entretenimiento al cine obedece a ciertos dogmas nacidos a principio de la década en los que se predicaba que era “el nuevo cine” o “mejor que el cine”. Sin entrar a discutir esta afirmación, la realidad es que se convirtieron en una moda, una marca, con un prestigio casi por su condición de series.

La asociación a producción audiovisual de alta calidad promovida por canales como HBO dio lugar a una proliferación sin precedentes de “películas de diez horas”, miniseries y adaptaciones literarias y de cómic. Si nos remontamos a cuando empezó ‘The Walking Dead’ podemos observar un gran momento para la ficción televisiva. Todavía sorprendía ver un piloto como el que tenía esta serie. Hoy, no tanto. El gran problema, de hecho, es conseguir pasar del piloto sin que una serie se deshinche o pierda nuestra atención.

Hospital

Series por encima de nuestras posibilidades

Se producen tantas que acaba ganando la necesidad de verlo todo, o casi todo, pero eso es casi imposible. Por ello, muchas de las que sobreviven son las que consiguieron enganchar al público por primera vez. Otra cosa, sin embargo, es que la calidad de esas mismas acabe sobreviviendo más de tres temporadas. Muchas veces, el propio éxito de una serie es la que hace que se acabe viniendo abajo. Cesa la intención artística y acaba primando la norma de exprimir hasta dejar seco el pozo de las ideas.

Hay situaciones en las que esto lo deja bien claro el propio creador de la serie. Por ejemplo, en el caso de ‘Sobrenatural’ (Supernatural, 2005-) tenemos un prototipo clásico. De un arco para tres o cuatro temporadas consiguieron hacer cinco entregas sólidas, pero después de aquello Eric Kripke se largó con la cabeza alta. Había cerrado su historia como quería, lo que hiciera la cadena CW después ya no era de su incumbencia. Hoy vamos por la decimotercera entrega de capítulos, pero desde el 2010 no ha vuelto a ser ni parecida. Y siguen estirando el invento.

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Como el último episodio de aquella quinta temporada, el último de la octava de ‘The Walking Dead’, también se nota la misma operación. Todo queda cerrado para los personajes, el objetivo se ha cumplido, no hay ningún cabo suelto. De hecho, se nota incluso la intención de acabar con Rick para dejar que su legado sea el perdón y dejarlo más o menos como un santo. El hombre muere imaginando que se va con su hijo por el camino de la felicidad y el resto creará una nueva civilización. Fin.

El futuro brumoso de una moda anémica

Pero no. Hay un intento por rizar el rizo. Cuando Rick perdona la vida a Negan, Maggie se convierte. Una escena de última hora la muestra reuniéndose con Jesus para conspirar contra Rick y Michonne por su misericordia. ¿Con Jesus? ¿El miembro de la colina que más muestras de concordia con el enemigo ha dado? ¿Por qué demonios querría conspirar contra Rick si hace precisamente lo que le ha tratado de enseñar, incluso en ese mismo episodio? Luego aparece Daryl. Vale que no han tenido la mejor relación en estos episodios, pero ¿Piensan ir por ahí?

The Walking Dead Wrath

Independientemente de lo extrañas que resulten a cada uno esas reacciones, ese añadido se intuye de última hora, queda forzado y rompe el tono de conclusión de toda la serie. Hay algunas pistas, sí: un helicóptero, una mujer de otra civilización más grande. Sí, ahora la nueva ‘The Walking Dead’ no va de sobrevivir sino de construir. Lo hemos pillado. Es un nuevo western. Una nueva conquista del oeste. Puede ser emocionante o no. Pero exige una mirada nueva y una perspectiva totalmente oblicua. Quizá deberían haber pasado el testigo de verdad a ‘Fear the Walking Dead’ o refundir ambas series en una.

Hay varias razones para cerrar definitivamente ‘The Walking Dead’. Para empezar: el tiempo de los zombies ha pasado, y ha pasado por puro machaque del concepto. No se me ocurriría mejor razón que la muerte del propio creador del asunto. Con George A. Romero también se han ido todas las ideas que podrían haber regenerado el subgénero. Y sí, son sus herederos o imitadores quienes han tenido el dinero para hacer los proyectos, pero tras una década llena de películas y series de zombies el momento del muerto viviente ha acabado.

Zombiler

Crónica de una decadencia silenciosa

O al menos, pide un descaso hasta que algo cambie y su mirada resulte fresca. Otro cantar es la calidad de la propia serie. El paso del tiempo engaña. El nivel de acción, repetición, autoparodia involuntaria, tono de serie b y calidad estándar ha ido infiltrándose poco a poco, sin dejarse ver el plumero demasiado desde la cuarta temporada. En efecto, hay muy buenos episodios hasta la sexta, quizá el midseason de aquella fue el punto álgido de esa época, en cuanto a acción se refiere. Hacer retrospectiva de la misma da la pista.

Por mucho que el personal se empeñe, la temporada más completa fue la segunda. Aún se notaba la mano de Darabont, la confianza en las posibilidades cinematográficas hacían que las apariciones zombie dieran miedo y el ambiente apocalíptico fuera significativo. Todo el arco estaba pensado y el primer lapso de episodios, la búsqueda de la hija de Carol, permanece como una montaña imposible de subir para los detractores del tono dramático de la serie. Sin embargo, el golpe del episodio central dio la vuelta a todo lo esperado y justificó ese inicio a fuego lento.

Carol Daughter

La segunda mitad fue, probablemente el mejor equilibrio entre acción zombie (con ese irrepetible clímax en la granja) y drama, y por esas fechas la serie tenía su prestigio al alza. Tras esa temporada, empezó el racionamiento para aplacar la demanda y de 13 episodios pasó a 16. Una decisión que determinó el porvenir del resto de aventuras de Rick y su grupo, lastradas ahora por mucha más cantidad de tiempo que emplear para contar lo mismo. Particularmente sintómático fue que una mitad de la temporada tres era muy interesante y la otra bastante aburrida.

El arte de estirar el chicle

Esto se repetiría en la mayoría de entregas, por ejemplo, la cuarta acabó resultando mejor en su segunda mitad que en su primer tramo, enredada en un raro concepto de enfermedad que casi da al traste con la mitología interna. La quinta mantuvo bastante bien el nivel de forma regular y en la sexta se repitió la maldición con una segunda parte estirada hasta el hastío. El gran bajón llegó con la séptima, una tortura de repetición de situaciones e historias secundarias que no interesan a nadie, desesperadamente colocadas para elongar todo lo posible y racionar la confrontación hasta el último momento.

The Walking Dead Season 7 Episode 2 Ezekiel Shiva

La avaricia rompe el saco, dicen, y esa tendencia a estirar el chicle se convirtió en marca de la casa. Hubo incontables abandonos y para cuando llegó lo que interesaba, la lucha entre los salvadores y Alexandría, la mitad de los seguidores de la serie se habían ido. Aún había tiempo para salvar el entuerto y pese a las salidas de serie B y guiones chapuceros, han conseguido dar un remate medianamente digno al conjunto de las ocho temporadas. Sin embargo, los tráilers con citas de grandes y prestigiosos medios elevando sus virtudes de drama humano quedan ya muy lejos.

La estrategia de cortar con la calidad para centrarse en el público más ávido de telenovela derivó en argucias chabacanas, como centrar toda una macabra campaña de promoción en quien de los personajes iba a morir. Una de las cartas más pobretonas a las que puede aspirar una serie. Pero la asociación de “romper las reglas” de matar a protagonistas con la calidad duró poco y pronto incluso ese recurso acabó convirtiéndose en una caricatura, con amagos de muerte para personajes que se resolvían en el siguiente episodio de formas implausibles y otros signos de hastío de ciertas ideas que esquivaban las propias posibilidades de la serie.

The Walking Dead Season 7 1

La hora del final

Un mundo con zombies es un folio en blanco para hacer decenas de historias, pero ‘The Walking Dead’ acabó recurriendo a muchos atajos para hacer eco constante de lo que le había funcionado anteriormente. Además, la posibilidad de una serie contenida en sí misma, un bloque sólido y limitado como ‘The Leftovers’ podría haber sido una estrategia para hacer un proyecto memorable. Ahora, cuando han quedado al descubierto las cartas, el seguir con la serie queda a decisión del espectador.

Esa intención conclusiva no respetada, que hace que secuelas como ‘Stranger Things 2’ (2017) sean deficientes, planean sobre las siguientes temporadas de la serie producida por Gale Anne Hurd. Ya que AMC no va a renunciar al movimiento de explotación de la marca zombie, es decisión de cada uno respirar y decidir si seguirá en el barco. Todos sentimos curiosidad por el futuro de la serie, pero iba haciendo falta algún tipo de final, especialmente cuando el último emitido ha tenido los peores datos desde el inicio de la serie.

Si este no va a llegar, podemos tomar la temporada 8 como una tábula rasa en el punto en el que podemos perdonar los indicios de deriva y apagar la televisión agradeciendo los grandes ratos, maquillajes zombies y sangre en un producto mainstream antes de que el proyecto se convierta en una agonía que no querríamos experimentar. Quizá todo dé un vuelco sorprendente, pero ante la decepción la única opción es matar el cadáver viviente de ‘The Walking Dead’. Lo hagan desde AMC o, definitivamente, sus fans más fieles.

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